miércoles, 27 de febrero de 2008

How does it feel... perra?

Jaime Almeida escribió que ir a ver a Bob Dylan es equivalente a chutarse una obra de Shakespeare... en tiempos de Shakespeare, ¡así güey! Yo sólo puedo agregar el hecho irrefutable de que además Bob Dylan convoca buena nalga.

La noche de anoche la voz del más grande artista del Rock en la historia del género colmó todos los rincones del Auditorio Nacional, 10 mil pesonas fueron testigos de cómo esa voz rasposa les iba penetrando en los cuerpos, Dylan pasaba del rock and roll al country, de ahí al blues y viceversa, cuando se ausentaba del ambiente un poderoso requinto de guitarra llenaba el espacio, riffs poderosos, una batería que obligaba a los asistentes a mover la cabecita de arriba a abajo, dar un pequeño zapateo al piso y hasta llevar el ritmo con las palmas.

Una energía proveniente de esa voz, de ese sonido, de esa magia, se fue acumulando entre el público durante hora y media de concierto, se podía sentir desde la punta del pie, subía por las piernas, contraía los genitales, enchinaba la piel, aceleraba el rtimo cardiaco, pasaba por la garganta y culminó en un poderoso coro a la voz de "how does it feel".

Todos de pie, aplausos, silvidos, gritos, y no era para menos. La más grande canción que jamás se haya escrito y cantado en la historia del Rock acababa de ser interpretada por el artista original.

En el encore, Dylan regresó para rematarnos con su último gran éxito de su último gran disco, Thunder on the mountain del Modern Times, y no se podía ir sin antes aventarse la canción que además de ser himno se ha convertido en nuestro país en oración; Blowin' in the wind.

Y así como llegó se fue, sin decir nada, sin mirar siquiera al público, ¿para qué? si un artista de ese tamaño no tiene necesidad de nada.

¡Gracias Bob!

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