martes, 4 de marzo de 2008

Balance

Haciendo un balance de la vida, o sea, no de un día de la vida, menos de un momento de la vida, sino así de plano de la vida misma, comerse un sobrecito de salsa valentina es más chido que uno de azúcar canderel.

En momentos de hambre y desesperación, cuando uno se encuentra atrapado en la redacción de un periódico con la noche encima, sin haberse jamado más que un piche sangüichito de pollo por ahí de las tres de la tarde, con la máquina de dulces totalmente vacía desde hace una semana, con López Dóriga en la tele y pensando en una forma menos patética para enamorarse, es cuando se presentan las preguntas más trascendentales para el universo; salcita contra azuquitar... uts!

Si se piensa bien esta situación, la disyuntiva del repulsivo placebo pa'l hambre representa una analogía de la vida misma. Porque ¿qué es la vida? qué es sino un conjunto de decisiones entre algo pinche y algo pior' para llevársela más tranquila.

Al final, el endulzante artificial pierde por goleada ante el sabor ardiente de la salsa que asemeja más al memorable miguelito chamoy y por lo tanto calma cualquier clamor estomacal.

...Uts!

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