lunes, 26 de febrero de 2007

Monse

Salí corriendo como estúpido cuando me dijeron fuera por ella a la gasolinera, una cuadra antes reduje el paso para evitar cualquier signo de desesperación o calentura en mi comportamiento, así como el sudor que obviamente incomodaría. Ahí estaba, dentro de un cochecito amarillo nuevo con el quemacocos abierto, me vio y la vi, encendió el motor y vino a mi encuentro. Con una sonrisa me abrió la puerta, entré y un olor a mujer malcogida me embistió repentinamente, "qué mal amda estás" pensé al tiempo que hallaba formas de remediarlo en mi mente, me saludó de besito en la mejilla con el correspondiente abrazo. El taxista frente a nosotros se me quedó viendo, yo hice cara de "sí güey, viene conmigo".

No hay comentarios.: