domingo, 16 de mayo de 2010

Buscando a Chiff

La desaparición, secuestro, levantón, peda extrema, o lo que sea que le haiga pasado a Diego Fernández de Cevallos, sólo pone en evidencia la enorme mamada que es Twitter.

Esa red social, como todas las demás, están hechas para echar el desmadre, para poner “estoy cagando en un baño de la Central de Abastos y no hay papel”, “tengo ladillas y no le he dicho a mi esposa”, “me quiero suicidar”, o algo por el estilo.

Twitter no es un medio de comunicación ni los twitteros son reporteros. No se le puede tener confianza a lo dicho en esos 140 carateres porque al fin y al cabo es la palabra de cualquiera sin el respaldo de una institución o una empresa informativa formal. Si lo dijo el homosexual de Javier Alatorre da igual que si lo puse yo o algún otro subnormal, debido a que todo es a título personal.

En el caso del Jefe Diego, se armó un desmadre porque todos empezaron a soltar chismes de que ya se había muerto, y como hasta el tarado de Manuel Espino lo lanzó a manera de rumor, se tomó como un hecho ya comprobado que al final la propia PGR tuvo que salir a decir que no hicieran caso a pendejadas y que sólo esa dependencia podía decir bien qué pedo… ¡pus sí!

Ahora, espero que el Chiff se encuentre bien, porque es un cabrón que a mí en lo particular me cae de pocamadre. Todavía recuerdo aquella noche en el Mama Mía cuando me convenció de que inyectarse heroína por los glúteos era la onda. O cuando me hizo el paro y se madreó a 20 samuráis de Tlanepancla con la espada láser que salía de su inseparable habano.

Lo que me preocupa ahorita es saber quién me va a sacar del bote la próxima vez, ya que él es mi abogado, el que me ayudó a recuperar los derechos de autor de Juan Quesito Oaxaca, personaje que quería hacer suyo Nickeleodeon a base de artimañas y vacíos legales.

Estamos contigo pinche cara de sobaco.

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