domingo, 5 de mayo de 2013

Placer efímero

Hace un par de semanas vagaba yo a medianoche por la colonia Roma a bordo de mi Lamborghini Miura 1970, que no lo saco de día porque se gasta, cuando repentinamente el tránsito vehicular, que a esa hora es perfecto para correr en una máquina mítica de 12 cilindros, se detuvo sobre la calle de Monterrey, después de cruzar Insurgentes hacia el Ángel, parando mis impulsos por matarme a 200 kilómetros por hora en un tope.

¡Ah cabrón!, vociferé por encima del ruido de 400 caballos de fuerza desbocados y frustrados ante la inmovilidad. ¡Pinche alcoholímetro!, maldije con un acelerón como de microbusero enojado porque le ganaron el pasaje, para después toparme con la sorpresa de que no se trataba de ningún operativo policial, sino de la inauguración de un exclusivo bar que esa noche convocó nalga de tan buena calidad, que se daba el lujo de dejar afuera a una que otra que sí le andaba presentando a mi mamá.

Ese antro que parecía de perdición, de nombre Mister Killer y ubicado entre Colima y Durango, se veía tan padrote, que, aprovechando el coche y mi pinta de alcahuete de perras caras gracias al saco Ermenegildo Zegna de contrabando sobre mi camisa de imitación marca Andoencombi, me detuve para tirar un rostro un rato.

¡Qué lugar! ¡Qué viejas! ¡Qué música! ¡Qué chupes! ¡Qué caro!, pero no había fijón porque bien valía la pena cualquier cosa con tal de dar arrimones a niñas bien. Lástima que dos días después lo clausuraron por un conato de incendio.

¡Chá!

No hay comentarios.: