miércoles, 22 de mayo de 2013

Elevador de la muerte

Picas el botón del elevador como si éste fuera a responder más rápido si te enojas más. Tienes prisa, se te hace tarde, te estás meando y la telenovela ya va a empezar. Analizas irte por las escaleras, pero qué hueva porque son siete pisos los que hay que bajar. Comienza a llover, ¡utamadre! Pero llega el ascensor, te metes y oyes a lo lejos un esperen, esperen, esperen. Ignoras y apresuras el cierre, pero una manita alcanza a entrar y todo se detiene.

Una morena-piernuda-chaparrita se trepa al cubículo metálico del amor, y en ese momento lamentas que sólo sean siete pisos en vez de la vida eterna. Hola, te saluda y tú sonríes, aún embobado con el escote que tímidamente asoma el paraíso. 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 y no se abre por más que le apachurren a la alarma y trates de abrir con tu escuálida fuerza.

Nadie responde del otro lado, tratas de hacerte el simpático frente a la cámara de seguridad, pero parece que ésta está rota. Ella se desespera, hiperventila, se abre la blusa, se echa airecito y comienza a sudar mientras tú te sientes en la previa de una porno. La tranquilizas, le tocas el hombro, le sobas el brazo y le dices que espere, alguien llegará, aunque nadie sepa que están ahí, porque ni señal de teléfono hay.

Te sientas en el piso, aprovechas para ver debajo de su falda, la única frontera entre un accidente y la fantasía sexual definitiva. Ella te mira, sabe lo que estás pensando, sonríe y en ese momento llega el poli y abre la puerta.

¡Chá!

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