viernes, 7 de diciembre de 2012

El levanta muertos

El último recuerdo que tengo es ver caer desde el fondo de la botella la última gota de un vodka de mala reputación a la superficie de mi escaldada lengua. Al abrir los ojos, todo era oscuridad. ¿Cuántas horas estuve inconsciente? ¿A poco todavía no amanece? ¿Quién se robó mis pantalones? Un hambre, casi tan grande como el dolor de cabeza que está a punto de convertirse en embolia, invade mi percudido ser, que batalla contra sí mismo por incorporarse.

Once de la noche. Así que esto es lo que se siente dormir dos días enteros en tu propio vómito. La boca, por más buches que hago con una colca-cola sin gas, me sigue sabiendo al beso de aquella prostituta que nunca debí levantar, en un intento por sentirme menos miserable. Una vez recuperada la vertical, el problema es encontrar algo decente qué comer en un 100 metros a la redonda, pues más allá no me alcanzaría la fuerza.

Afortunadamente, Tercos (Burritos & Clamatos Chihuahua Style), el changarro de Rafita Valderrama, está abierto y puedo llegar gateando sin problemas. Media hora después, el tiempo que me tomó cruzar la calle, estoy meciéndome en uno de los columpios que tiene por asientos, pensando que el mundo se acabará dos semanas antes de lo advertido por los mayas.

Dos de pechuga y uno de marlín, y mis intestinos tienen con qué distraerse antes de digerirse a sí mismos y entrar en un coma etílico, gracias a la salsa Acapulco, tan picosa como para revivir a un diputado dormido en plena discusión del Presupuesto de Egresos.

¡Salud!

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