lunes, 16 de mayo de 2011

Un maldito año

Por los rumbos de Ecatepec y sobre la Avenida Central (esa que tiene más téibols que tiendas de abarrotes), partía el aire un Volkswagen de color verde a las órdenes de mis pies, cuya exacta coreografía sobre los pedales le exprimía hasta la última gota de potencia a ese pequeño motor de 1.6 litros para salir de los complicados rumbos del Establo de México llegar a los todavía más prostituibles parajes del Distrito Federal.

Al pasar junto a la estación del Metro Impulsora (así se llama la madre esa ¿yo qué?), pude ver la patética imagen de un hombre llorando en el reflejo de mi espejo retrovisor. Justo cuando cruzaba por mi mente la idea de que no hay nada más pinche que ver a un cabrón soltar lagrimitas como aspirante de actriz mala e improvisada de telenovela refriteada de Tv Azteca, me di cuenta que el que se estaba quebrando era yo mero.

“¡Ah cabrón!”, me dije a mí mismo y mimismo seguía chillando. No pude evitar sentir el apretón en mi corazoncito al recordar el lugar por donde vivía mi amigo Leonardo, quien por cierto hoy cumple un año de haberse pelado para el otro mundo, tras mucho tiempo de luchar contra el cáncer.

Así que si ayer vieron a un güey berrear dentro de un coche que iba hecho la chingada por Aragón y colonias anexas, muy probablemente se trataba de mí.



¡Uta!