miércoles, 16 de abril de 2008

Despedidas

Ahora sí, este post lo escribo con toda la tristeza de mi jodido corazón. Las despedidas siempre son difíciles y más cuando se trata de amigos tan entrañables como los que me acaban de dejar.

Primero, hace una semana me abandonó Alejandra, pero a esa no la hice tanto de tos, no porque no me importara, sino por la pura costumbre; ya la dejé una vez en la editorial de El Universal cuando me volví loco y me lancé a lo güey a conocer Europa, luego cuando me corrieron de Milenio también cuenta, porque aunque ella no trabajaba ahí, sí nos veíamos muy seguido. Y ahora que se fue de El Centro, pues como que ya no la siento tanto, sí se extraña que me diga güebón, que deje de chatear, que me robe mis chicles y eso, pero ya ni se siente.

Lo que me pegó cabrón fue que se fuera el Gus, porque más allá de ser mi editor, se había convertido en mi amigo, el que armaba la comida de los sábados, el de los albures, con el que compartía la botana y las críticas y calificativos a las morras. Pinche Gus, máster de masters, los voy a extrañar un chingo. Lo cepillaron así como así, un mes después de que lo nombraran coordinador de información.

Con la mirada triste, con el rostro de resignación y una pena en el alma, así se fue. Ya lo sabía, ya se las olía, desde la mañana se apirañó la música de las compus. Se nos fue el más grande fan de Led Zeppelin, el que entendía a la perfección la frase de "y yo sin tubos". ¡Chingada madre! Lo voy a extrañar, no sé qué será de mí, porque con el juego que él me daba estaba casi seguro de que yo llegaría lejos en este negocio.

Ni pedo, se me fue un amigo, un maestro.

Buena suerte mi Gus, el famosísimo Flama.

1 comentario:

Anónimo dijo...

brindemos por el amigo que se te fue... hasta el fondo!