martes, 30 de abril de 2013

Sexo encapuchado

El aliento acumulado de 10 días sin cepillarse los dientes, restos de comida chatarra, saliva seca, humo de cigarros baratos, mariguana de la peor calidad y fluidos sexuales. A eso deben oler las bufandas, mascadas, pañoletas, rebozos, máscaras y pasamontañas que usan los pseudo estudiantes que mantienen tomada la Rectoría de la UNAM desde hace semana y media.

Es un inmueble de oficinas, un centro de trabajo que no está adaptado para que las personas vivan en él, por lo tanto los güeyes esos (que exigen la reinserción de los que fueron expulsados de sus escuelas por vender drogas y asaltar estudiantes) no se han bañado desde hace 10 días, lo cual parece no incomodarles demasiado, a juzgar por su actitud cada vez más violenta.

Lo más preocupante para las autoridades debiera ser el estado en el que regresarán las oficinas, pues seguramente los ñeros esos se han de mear en los archiveros, defecar en los cajones de los escritorios, dormir sobre las mesas y drogarse en los baños.

¡Malditos hippies! ¿Qué pensará el rector José Narro de que una bola de vagos fornique en su oficina? Porque entre los paristas hay hombres y mujeres por igual, todos jóvenes e impetuosos, que en el encierro sucumben a las presiones de la carne y, teniendo un inmenso edificio bajo su control, se dan con todo por las noches. Más allá de lo que puedan robarse o destruir, yo mandaría a hervir todas las sillas del lugar, no vaya a ser que se quede un chancro anarquista.

¡Uts!

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