lunes, 22 de abril de 2013

Yo sí fui, perras

Iba saliendo de mi casa, cuando ¡órale cabrón!, me metieron un masapanazo en la nuca, me encostalaron y me treparon a una camioneta, donde me pusieron una putiza para después lanzarme a una bodega. Desperté horas después sobre una cama de sábanas de seda y vestido con un finísimo traje de lino. ¡Ay güey!

Después de una rápida ojeada, descubrí que me encontraba en una hacienda en Mérida, Yucatán, y que era yo uno de los selectos invitados a la boda de Ludwika Paleta con Emiliano Salinas, el hijo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari. “Esque el evento es súper secreto”, me dijo el guarro encargado de mi custodia, que curiosamente se parecía a Arriaga, el de la telenovela Amores verdaderos. ¡No mames!

Salí a reunirme con los demás asistentes, igual de madreados que yo para que nadie tomara fotos ni revelara detalles del enlace, al que asistieron los personajes más chonchos de la política mexicana, quienes degustaron de mixiotes de pollo con arroz y nopales, en platos de unicel divididos en tres, agua de horchata y pastel de seis pisos con muñequitos de los novios en la cima, que se cayó cuando los empujaron al momento de darle la mordida.

Estuvo bien padre, se armó la Víbora de la mar, bailamos el No rompas más, se nos cayó el novio cuando lo aventamos sin calcetines, me madrié con un güey al cachar la liga, le puse un billete de 200 varos en el saco a Emi y me llevé el centro de mesa, que era un corazón azul con florecitas hecho de fomi.

¡Bien chidísimo!

No hay comentarios.: