jueves, 18 de abril de 2013

Who watches the watchmen?

¿Quién vigila a los vigilantes?, se preguntaba Alan Moore en su obra The Watchmen, novela gráfica ochentera que planteaba una realidad alterna en la que los superhéroes le ayudaban a Estados Unidos a ganar la Guerra de Vietnam, para después convertirse en una amenaza contra el mundo al no tener quién los controle. Esa misma premisa se retoma en Batman: The Dark Knight Returns, de Frank Miller, quien dibuja a un Batman viejo que regresa a acabar con los malos, en una Ciudad Gótica que lo repudia por ser un enmascarado impune fuera de la ley.

¿Quién censura a los censores?, me pregunto yo, que hacía monitos obscenos en la secundaria, al ser víctima de discriminación por parte de quienes me acusaban de ser discriminador, promotor del odio hacia los gays y la violencia de género, poco menos que la amenaza pública número uno, sólo por escribir un homenaje a un corrido de Eulalio González el Piporro.

La Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), me la hizo de jamón hace meses por un texto que se publicó en este espacio, iniciando así un proceso que aún no concluye, a diferencia del caso Daniel Bisogno, que al llamar “malditas domésticas” a los asistentes de los famosos, se hizo acreedor a una sanción similar, con la diferencia de que el suyo fue resuelto en un par de semanas. ¿Qué sólo por ser famoso él merece que lo linchen primero? ¿Por qué a mí no me boletinaron? ¿No valgo lo suficiente para que se me exhiba? ¡Eso es discriminación!

El lenguaje ha sido secuestrado por una bola de chillones, que atentan contra su propio objetivo, al asignar un significado a palabras como “maricón” o “puñal”, sin saber que el idioma español es tan rico que cualquier cosa podría ser interpretada como algo negativo, pues me puedo sentir ofendido cuando alguien me dice que estoy alto, guapo y súper mamado (sobre todo porque no lo soy (eso se llama sarcasmo)), en un tono como si esas características me impidieran ser otra cosa.

¡Chá!

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