viernes, 26 de abril de 2013

Plinches chinos culelos

Yo podría vivir de puro arroz toda mi vida; al vapor, frito, guisado, rojo, verde, amarillo, con mole, con leche y hasta con popote. Por eso le entro tan machín a la comida china y por ese mismo motivo es que estoy de luto, pues mi fuente interminable de esa semillita del placer culinario (sin albur) acaba de ser clausurada por la llave de tuercas del maldito neoliberalismo y el capitalismo salvaje (o algo así).

El Dragón de oro, un restaurante-bufet chino que estaba sobre Ejército Nacional, fue cerrado hace unos días porque el negocio, comandado por una auténtica familia de chinos, no dio lo suficiente para mantenerse a flote, dejándome hambreado y a merced de los malditos taqueros y su carne de perro.

Primero subieron sus precios para que la cosa jalara y, aunque lo resentí, seguí siendo fiel a sus rollitos primavera y las bolitas de pollo frito con salsa agridulce, hasta que tuvieron que dar los tallarines (sin albur) de a cien varos, y tuve que dejarlos, con la pena.

¡Chá!

1 comentario:

Arevalo dijo...

Acá en el rancho, dos restaurantes chinos cerraron, y el que quedó... ¡tiene espagueti y salchichas en su bufet!