jueves, 24 de enero de 2013

El club de fans

No acababa de dar su postura el ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, mediante la cual se otorgó un amparo a Florance Cassez, cuando yo ya me había levantado como pedo (rápida y violentamente) del sillón en el que me estaba rascando los testículos frente al televisor sintonizado en el Canal del congreso, para ponerme los pantalones y una camisa decente, e inmediatamente después treparme a la moto rumbo a Tepepan, hasta el sur de la Ciudad de México.

Debí hacer como siete minutos desde la Súper Narvarte hasta Xochimilco, donde se encuentra el penal que por siete años guardó a mi amada. Inspirado por el recuerdo de sus ojos azules y su rubia cabellera, rebasé automóviles a lo estúpido, esperando el momento en que por fin pudiera tenerla entre mis brazos y en libertad.

Al llegar a la explanada del reclusorio femenil, supe que no era el único loco enamorado de esa imagen tras las rejas que muestran desde hace años las contadas fotografías en periódicos y revistas. “Sí está guapa ¿no?”, se oía entre los reporteros que, como yo, esperaban sacarle una declaración a como diera lugar, por la indignación que generó su liberación.

Sin embargo, al verla con su chaleco de balas, siete años más vieja que en las fotos de archivo, sosteniendo su bolsita roja con sus esqueléticas manos, por el vidrio polarizado de la camioneta en la que huyó al aeropuerto, el cual no alcanzó a ocultar su cara demacrada y pelo zacatudo, se me bajó la erección y me regresé a mi casa.

¡Chá!

ANTES



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