sábado, 15 de septiembre de 2012

Mirrrey en la ALDF

Cada pelo de su canoso bigote estaba milimétricamente cortado y bien peinado, los anteojos resplandecían bajo las luces del recinto y ante los flashazos de los fotógrafos que le disparaban como si fuera alguna clase de Luis Miguel gordito e indigenón, el cabello impecable resplandecía como la plata y ese traje negro con finas líneas grises ya lo quisiera Carlos Slim para ir a tirar rostro un domingo, sin mencionar la corbata dorada que sobresalía de entre el resto de sus compañeros, que optaron por un pálido amarillo, convirtiéndose en una escenografía mediocre de su gloria.

Desde la curul que le tocó, ubicada justo en medio de su bancada, a la izquierda del pleno de sesiones de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Rubén Escamilla Salinas, nuevo diputado local perredista, rindió protesta pese a las indirectas de las diputadas de los otros partidos, quienes lo malmiraban como si trajera una playera de los Pumas en medio de la Barra Monumental en el Estadio Azteca, por la desfachatez de jurar la Constitución después de haber bajado por los chivos a una subalterna a cambio de una plaza de trabajo cuando era jefe delegacional en Tláhuac.

Pero a él le valía madres que lo consideraran una versión mejorada de Charlie Sheen, pues era su momento de gloria, tanto que hasta se dio el lujo de tomar el cargo de asambleísta con el puño izquierdo extendido en lo alto, haciendo ver que cualquier protocolo era poca cosa en comparación con sus poderes sexuales.

¡Uts!

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