viernes, 28 de septiembre de 2012

El Roco y la Simona

La pizza es el único alimento en el mundo que hasta la más mala, está chida. Es decir, uno no le pide demasiado a una rebanada de maza con tomate, queso y algo de carne encima, pues es la combinación perfecta... no por nada hay tanto obeso en el mundo. Pero yo, en mi calidad de catador kamikaze de cuanta porquería me pongan enfrente, incluyendo mujeres, descubrí una por la que sí agarraría a patadas al chef, sin importar que se tratara de un italiano súper mamado de tres metros y medio de estatura o una dulce jovencita de tiernos dedos para moldear la pasta.

Se trata del Rocco & Simona Pizza, un restaurancito ubicado en la calle de Virgilio, en el mero centro de lo más mamón de Polanco, en donde por 300 varos te puedes refinar una de tamaño pequeño que bien te podrías echar en un carrito de esos que se ponen en los paraderos de camiones por 30 lanas y con chesco incluído.

Tiene la pinta del gourmet que acostumbran los lugares caros, pero no la sazón, pues no se nota el sabor del queso ricota o feta, el prosciutto (jamón, pero italiano), la albahaca o el pecorino, que sabe como a salchicha fud con queso oaxaca en una tortilla de harina, pero servido en un plato mamila con florecitas al lado, que ni le puedes echar capsu y valentina, porque ni te dan.

Lo más importante es que reprobó la prueba del día siguiente, ya que al recalentar las sobras la pasta queda dura y se desmorona, y los ingredientes pierden todo el poco sabor que originalmente tuvieron.

¡Provecho!

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