lunes, 10 de octubre de 2011

La fuerza de la costumbre

Noche lluviosa, frío en el ambiente; ni siquiera los viene-viene están trabajando en las oscuras calles del Centro Histórico. En lo alto del edificio de la esquina de 5 de Mayo y Plaza de la Constitución, voy a darle una mordida a mi taco dorado de pollo con harta crema, cuando una bulla a lo lejos se escucha entre el caer de las gotas.

“¡Ah chingá!”, digo intrigado al ver la hora. Las 23:42 del sábado y lo que parece ser una típica manifestación citadina se acaba de apoderar del Zócalo. Al asomarme al balcón, descubro un contingente de al menos 500 sombras montando tiendas de campaña sobre la mojada plancha y lanzando consignas que a la distancia suenan ininteligibles.

Mi primer teoría es que Martín Esparza y sus corrientes aprovecharon la soledad que brinda la tormenta para regresar a lo que durante varios meses fue su casa y sustento, montando de nuevo un campamento que buscará exprimirle dinero al gobierno con una metodología más próxima a la del secuestro que a la del movimiento social.

Mi instinto periodístico y mi sentido arácnido me obligan a terminarme mi cuba y bajar a ver, para toparme con cientos de scouts en chorcitos preparando lo que sería la Flor de Lis más grande del mundo hecha con latas de aluminio… hubiera preferido a los electricistas.

¡Me cagan los scouts!

No hay comentarios.: