lunes, 25 de abril de 2011

Chacaleando a Cristo

Sonaron las trompetas en la boca escaldada de decenas de jóvenes asoleados y enfundados en botargas de centurión romano. Al fondo de la muchedumbre, un escuadrón de soldados con cabeza de cepillo jaloneaba a un hombre barbudo de blancas túnicas y chanclas importadas de San Mateo Atenco. Era Cristo el redentor, ese que convierte el agua en chupe, en vivo y en persona para todo Iztapalapa.

Al momento de su revelación ante el procurador del imperio, aún sangrante y encadenado al personaje bíblico, cual si fuera algún jefazo del Cártel de Los Zetas durante su presentación en el Centro de Mando de la Policía Federal, el Jesús de Neza-reth fue acorralado por la prensa y el continuo clickear de los fotógrafos que se amontonaban a su alrededor para obtener la mejor placa del detenido.

Guiado por la fuerza de la costumbre, me metí a la bola cuyo centro era el mismísimo hijo del creador, que aunque todo madreado seguía siendo el héroe de la película papá, para clavarle la grabadora en el hocico y ver qué tenía que decirle al mundo, pues se le acusaba de sedición y conspiración contra el emperador Tiberio.

Como respuesta recibí un gesto del barbado que con sus ojos me dijo “no mames”, para ser apartado por los guardias y seguir con la procesión. Igualito que en la vida real.

¡Chá!

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