jueves, 18 de febrero de 2010

Casi la libro

El domingo pasado, cuando pensé que me había librado del asco de otro 14 de febrero. Justo después de la media noche, no habían pasado ni dos minutos de finalizado el día cuando estando acostado en mi cama, tapado con mis cobijas, acá bien chingón y a punto de jetearme, llegaron 40 nacos al pie de la ventana de la vecina a ofrecer serenata.

¡Ah chingá! Exclamé patidifuso. ¿Será la televisión? Me cuestioné encandilado. Pero oh sorpresa la mía al salir a la sala y ver todo en serenidad. El sonido de Tatuajes de Joan Sebastian en versión mariachi provenía del pasillo exterior del edificio, mientras que yo lo sentía dentro de mis calzones porque la melodía me penetraba por el culo en mi burdo intento de dormir.

A la entrada del A 109, abajo a la derecha de la mía marcada con el A 111, habían dos cantantes, tres coristas, seis guitarras, cuatro trompetas, dos tololoches y tres violines tocando al unísono como si su vida o la de su pinche madre dependiera de eso.

Asomé la jeta con cara de “si tanto la quieres güey, calla a esos culeros porque voy a matar a tu ruca”. Pero les valió madres y se aventaron el repertorio entero del potrillo, incluidos dos temas de entrada de telenovela del Canal 2 y un par de Pedro Infante. ¡Putos ignorantes que no conocen las de Javier Solís! Prorrumpí encrespado.

A lo largo de dos horas, divagué entre las opciones de disfrutar del gallo, hacerles competencia con mi estéreo y unas rolas de los Temerarios, jalármela o de plano meterme un balazo.

Odio San Valentín y a los pitufos

No hay comentarios.: