lunes, 1 de julio de 2013

Adiós narcogays

Grandotes, barbones, bigotones, peludos, malencarados, de sombrero, vaqueros, botudos de cinto piteado y actitud de que te pueden sodomizar hasta la muerte. Se hacen llamar osos y son homosexuales que se caracterizan por verse muy hombres, aunque en la realidad tengan las mismas ganas de que les rasquen las entrañas con algo grueso, como sus congéneres.

Se llamaban, porque su apariencia ha tenido que modificarse un poco por razones ajenas a su control, ya que quienes ostentan la misma apariencia que ellos, los narcotraficantes, les hicieron saber su inconformidad a punta de macanazos (en el mejor de los casos) y no como esos que a ellos les gustarían recibir.

Durante la 35 Marcha del orgullo gay, celebrada el sábado pasado en Paseo de la Reforma, se notó un contraste marcado respecto a su anterior apariencia, pues de ser unos rancheros malditos, ahora parecen una versión muy chafa de Woody, el vaquerito delicadito e insufrible de las películas de Toy story.

Algunos de ellos me platicaron (andaba yo por ahí de pura casualidad) amargas experiencias con aquellos a quienes no les parece que otro sombrerudo les haga ojitos y les mande besos, sobre todo en el norte del país, donde los osos han tenido que modificar su look para no ofender a quienes tratan de hacer tributo. Por lo pronto, los narcogays dejaron de ser parte del arcoíris de la diversidad, y no hay institución alguna que sea capaz de detener ese tipo de discriminación.

¡Uts!

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