martes, 2 de julio de 2013

¡Se armaron los putazos!

Sábado al mediodía. Reforma a la altura del Colón. Marcha del orgullo gay (otra vez). Hombre de complexión delgada, alto de nariz recta, tez blanca y cabellera rubia que contrasta con el morado vivo de su falda ceñida, adornada por el talle de un grueso cinturón de piel negra. Si no supiera que es un güey arriba de unos tacones de 12 centímetros y estuviera yo bajo el efecto de drogas duras, igual y hasta me lo daba... bueno no.

En eso, otro cabrón, 50 kilos más grande que ella (él) y con más maquillaje en la cara que testosterona en el cuerpo, se le deja ir a los madrazos, ante el asombro de los presentes, quienes no se explicaban cómo el carnaval se convirtió en un round de kung fu. El encaje y la crinolina del vistoso tutú violeta con top negro del agresor, no fue impedimento para que éste le metiera un puntapié al otro (otra) en la jeta.

Así, sin zapato, con el pie descalzo y con mejor técnica de golpeo que David Beckham, ella (eso) asestó el uñazo en la nariz de su oponenta, para repetirle la dosis un par de veces más, aunque no con la misma efectividad. Una vez que la del vestido quedó fuera de combate en el suelo después de sólo poder jalarle los pelos a la que agarró sus chanclas y huyó, se levantó con ayuda de varias de sus manas y de un policía al que se le abrió intervenir.

¿Por qué te agredió?, le preguntaron. ¡Por bonita!, respondió ella. Lo cierto es que la pelea estuvo más buena que las de aquellos que se dicen machines.

¡Uts!

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