lunes, 30 de enero de 2012

La maldita tamalada

En realidad, a nadie le gusta la rosca de reyes. Ese pan seco, lleno de frutas secas insípidas y con el riesgo implícito de astillarte un diente al morder un muñeco de plástico de los que vienen dentro, es un mero pretexto para comer un platillo que sí agrada en verdad a los mexicanos: lo-que-viene-siendo-básicamente-conocido como EL TAMAL.

El tamal, del mexica tamatl, que quiere decir “masa de maíz que sabe muy chingón”, constituye parte fundamental en la dieta del mexicano promedio, sobre todo en el desayuno, ya que es un alimento que por las mañanas se consigue en dos de cada tres esquinas de la Ciudad de México, el cual acompañado de un vaso de atole cura todas las heridas y desgracias.

Pese a ser una reiteración culinaria cuando se coloca en el interior de un pan (por ser masa sobre masa), en lo que se denomina guajolota, el tamal es gustado y codiciado tanto que hasta se buscan pretextos de sobra para comerlo, como el día de hoy, pues nada tiene que ver con el pasaje bíblico en el que el niño Jesús fue bautizado por sus padres.

¿Qué? ¿A poco José y la virgen María dieron tamales y ese atole ese día? ¿A poco los tamales se inventaron en la antigua Cisjordania? ¿Y los Reyes Magos llevaron rosca y chocolate a Belén cuando fueron a ver al hijo de Dios? ¿O cómo? ¡No mamen!

La Flor de Liz en Polanco, Tamales gourmet de Coyoacán, Tamales el profe en Villa Coapa, Tamales Emporio en la Roma, el Tamalli en San Ángel y Tamales Teresita en la Doctores. Todos se jactan de hacer los mejores pinches tamales del mundo, sobre todo en un día como el de ayer, en el que aumentó considerablemente el consumo de este alimento que ya de por sí es consumido en exceso por los mexicanos.

Pero sólo hay un lugar en el mundo que puede presumir de poder alimentar a toda una comunidad de rarámuris hambrientos con un solo tamal verde. Lo malo que para disfrutar de sus productos hay que ir hasta el municipio de Tultepec, Estado de México, allá por donde explotan los polvorines y la gente al oír las campanas y ver el humo cierran en pueblo para tapar el desastre y que la Secretaría de la Defensa Nacional no les quite la licencia para fabricar cuetitos.

En el centro del poblado de Santiago Teyahualco hay un local grande que está justo frente al kiosko en el que hay tamales de a kilo. Los hacen verdes, de rajas y de mole, pero también se avientan unos de zarzamora con queso filadelfia, otros de guayaba, de romeritos, de verdolagas, de pollo BBQ, de caviar, de molleja, de doritos, de aguacate y de kiwi con maracuyá, además del de mariscos, que dicen que es afrodisiaco.

¡Provecho!


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