martes, 24 de enero de 2012

Los pulques finos

Música electrónica mezclada con cumbia y banda en una tornamesa manejada por un güey que se siente del Nortec Collective, colocado estratégicamente en lo alto sobre un balcón desde donde se ve a toda la concurrencia, es lo que ambienta uno de los últimos resquicios de una tradición milenaria que está desapareciendo en la Ciudad de México.

Los pulques Finos de los Insurgentes, ubicado en la avenida del mismo nombre, casi al cruce con Álvaro Obregón, intenta rescatar parte de la identidad cultural que se fue disolviendo y escurriendo a las coladeras con las películas de ficheras, pero con un ambiente modernizado para atraer a una nueva generación de fanáticos del curado de avena y guayaba.

Sin embargo, tanta es su aferración por modernizar el consumo de la antiquísima bebida viscosa de orígenes prehispánicos, que rechazan las viejas costumbres de la época de oro de ese tipo de congales en los que Carmen Salinas y Alfonso Zayas reinaban, pues cuando quise hacer el alacrán escupiendo un poco de pulque en el piso, con el fin de comprobar su calidad, me sacaron del lugar.

El de fresa no tiene madre, el de mango es bueno y el de apio está dos-dos, por cierto. Lo mejor es que los mexicas eran tan fregones que inventaron un chupe que no es detectado fácilmente por el alcoholímetro.

¡Salud!

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