martes, 10 de enero de 2012

Revolución de franelas

“Marcelo, entiende, la calle no se vende”, gritaba medio centenar de güeyes con franela en mano mientras caminaban por las gélidas calles de Polanco el jueves por la mañana, en una más de las sui géneris movilizaciones chilangas, esta vez a causa de la instalación de parquímetros en esa caótica y pípiris zona de la ciudad.

Exigiendo su derecho a ganarse la vida colocando huacales, piedras y botes para apañar banquetas y cobrar por el espacio para estacionar automóviles en la vía pública, los inconformes argumentaron que hacen un servicio a la sociedad, pues además se dedican a vigilar la colonia para evitar robos y asaltos a los transeúntes y a las casas de los vecinos.

Ambas partes, tanto autoridades como cuidacoches, olvidan que el problema no es quién cobre por estacionarse, sino el hecho de que hacen falta espacios para hacerlo, ya que encontrar un lugar libre en Polanco es más difícil que hacerle entender a Santiago Creel que nunca va a ser Presidente de México.

La construcción de estacionamientos subterráneos es algo que en su momento paró de pestañas a los vecinos y como ellos son los que votan, decidieron mejor no molestarlos para no tener a una bola de ñoras copetonas respirándole en la nuca con sus quejas a Demetrio Sodi, jefe delegacional en Miguel Hidalgo.

Días después… ocupado, ocupado, ocupado, entrada, rampa, ballet, ocupado, ocupado, toma de agua para bomberos, ocupado, patrulla, rampa, prostituta, ocupado, ocupado, ¡perro cagando!

Transcurrieron cinco, diez, 15, 20 minutos y al cabo de media hora, determiné prenderle fuego a mi automóvil por no tener lugar dónde estacionarlo en Polanco y para que no se lo llevara la grúa, pues todas las calles estaban colmadas de vehículos en las aceras y sin nadie que ofreciera una alternativa, pues comenzaron a operar los parquímetros en la zona.

Los franeleros (sub especie de mandril que con unos cuantos huacales reinaba la vía pública) fueron desplazados por unas máquinas que cobran dos varos el cuarto de hora, con un máximo de tres para permanecer en el mismo lugar, antes de que los guyeros (otro de los eslabones perdidos en la evolución humana) procedan a hacer lo único que saben hacer, en una más de esas batallas en las que el ciudadano común sale perdiendo.

Los aparatos ya están instalados, los viene-viene ya hicieron su pancho y los cancelaron simbólicamente, pero el problema sigue siendo el mismo: ¿en dónde chingados puedo estacionarme? ¡Si todas las banquetas están ocupadas! Y ahora peor porque en caso de encontrar un espacio, tendré que reiniciar la búsqueda y el proceso a las tres horas.

¡Chá!

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