lunes, 15 de junio de 2009

Sueño pedorro

La luz roja y el sonido de la sirena de alerta me despertaron. Al salir a cubierta, un resplandor en el horizonte iluminó la noche bajo el cielo en penumbra que cubría las aguas del mar.

Miles de proyectiles cruzaron el cielo y atravesaron las nubes para perderse sobre mi cabeza. La luz que desprendieron iluminó la cara del almirante quien al ver el espectáculo sólo articuló un “ah chingá”, seguido del “ah cabrón” del teniente parado detrás de él, y rematado por el “no mames” que alcancé a decir y el “qué pedo” que se oyó a lo lejos.

Del mismo punto partieron cientos de miles de cometas imitando cohetes de fiesta patronal de pueblo provinciano acá ñero. Todos juntos, uno tras otro. Varas de luz partiendo el cielo, cortando las negras nubes. Parecían espermatozoides de fuego escupidos por una verga monumental perdida en el océano.

La radio alertó a todo volumen “¡atacan los rusos!” “¡atacan los rusos!”… pero no era a nosotros, era algo más allá.

-Pinches nazis- recriminé
-Bolcheviques pendejo, los rusos son bolcheviques ira- corrigió el capitán
-Igual son culeros, hijosdesupinchemadre- sentencié.

Todas las bengalas comenzaron a tronar en el cielo, impactando sobre un mismo sitio remoto. Dos minutos seguidos de putazos en cuyo blanco nuestros modernos aparatos de visualización no alcanzaron a percibir. Incertidumbre total. Después, una luz perdida tras los nublados se precipitaba lentamente hacia abajo.

Se veía como un faro de coche tras la neblina bajando el monte que al final se hundió en el mar.

Terminamos por llorar, los ojetes de los comunoides habían tirado la luna y con ella se fueron nuestros sueños.

No vuelvo a chupar

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