viernes, 12 de junio de 2009

Riatas pardas!

Un ridículo “hoooolaaa” a dos voces se escuchó cuando volteé. Mi mente pronunció el “’gasumadre” que mis labios no pudieron articular, al tiempo que mi esfínter se me frunció gachamente.

A un metro de distancia, cruzamos sonrisas. Recordé mi jeta golpeada por las cicatrices de sangrientas batallas recientes… bueno no, de los granos de la varicela que me rasqué, mientras maldecía a este estúpido y pequeño mundo de los medios de comunicación que me la puso nuevamente frente a mí.

Abrazo efusivo, creo que el mío fue más. Una vez que húbose marchado después de presentarse con el equipo, estrellé mi cabeza contra el escritorio. Mis compañeras, al percatarse de mi pesar, empatizaron conmigo de manera física… creo que eso me gustó.

Ya lo había superado, desde hace mucho, realmente no fue la gran cosa, un par de salidas y un repentino adiós. Pero sigue estando bien guapa.

De dos cosas estoy seguro: la primera es que Dios me odia y la segunda es que muy posiblemente me falta amor.

¡Chá!

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