Como diría el maestro Enrique Guzmán: a-no-che no dormi-i. Y no por llorar, sino por la pinche comezón.
Sentía piquetes en la cabeza, pero no por fuera, llegué a pensar que me habían salido ámpulas en el cerebro. O sea esto de tener varicela a los veintitantos es una mamada porque estás expuesto a morirte de una chingada neumonía, te puede agarrar una infección por las costras, se te van los sentidos, pierdes el equilibrio y te sube la temperatura a lo pendejo.
Dejando eso de lado, yo ya no tengo espacio en la piel para más ronchas, tengo hasta en el nomeniegues, en los huevos, entre los dedos de los pies y unas en la lengua que no me dejan comer nada.
martes, 19 de mayo de 2009
Diario de un variceloso 3
Posteado por
Mario Manterola
a las
11:46 a.m.
Etiquetas: L'otrodía
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