sábado, 16 de mayo de 2009

Correspondiente al 15 de Mayo

Añorganzas

Uno con la pinche urgencia de entrar al cine después de dos semanas de sólo ver la ‘comedia’ de Lucero en la tele gracias a la gripe de marrano, cagándose del coraje porque el metro viene hasta la madre y haciendo paradas de media hora, con ganas de ver lo que sea; una de Schwarzenegger, Jim Carrey, Will Smith, la sabrosa de Scarlett Johanson, de Chucky el muñeco diabólico o hasta una con los Bichir, y al tarado de la entrada se le ocurre hacerte una encuesta antes de venderte un boleto.

Que si traes tos, que si tomas medicamentos, que si estornudas mocos con sangre, etcétera… el chiste es que en los complejos cinematográficos andan ciscados y no vaya a ser que se les cuele la A/H1N1 en una de sus butacas.

Después del examen sorpresa, te obligan a embarrarte gel antibacterial en las manos y 15 minutos después de tanto trámite sanitario, puedes entrar a ver tu película, la cual ya empezó, y si es una de Lars Von Trier, Sydney Pollack o de Juan Orol, chingó a su madre porque no le vas a entender por más que leas la sinopsis.

En una de esas, la verdad es que vale madre ver cualquier película, el chiste es entrar a la sala, sentarse en la butaca y tragar palomitas o unos nachos con harto queso. Tan es así que me aventé una que se llama Te Amo Brother y me pareció una obra maestra.

O sea, sí está padre, pero el hecho de verla después de un largo periodo de abstinencia condimentada con puros maratones de Pokemon en el Canal 5, hizo que hasta el chiste más menso me pareciera un momento memorable para la cinematografía mundial, y puedo decir que no fui el único ya que los demás espectadores se cagaban de la risa con mi misma soltura.

Se trata de un vato que se va a casar y se da cuenta de que no tiene un mejor amigo para nombrarlo su padrino, entonces se busca uno. Planteamiento interesante, desarrollo medio obvio y baboso, con escenas de guácaras y chistes de flatulencias… o sea, dos dos.

El punto es que ya nos urgían ciertas cosas, por ahí debe haber uno que otro niño que ansiaba ver a esa maestra de todos los días lo dejaba sin recreo o al abusivo que le quitaba su torta.

¡Chá!

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