viernes, 10 de agosto de 2012

¡Pizza perrona!

Estoy muy triste. Tarárarara. Estoy muy triste. Tarárarara. Estoy muy pinche triste porque falta un chingo pa’ la quincena y yo ya no tengo un varo, triste. Tarárarara. Acompañado de una banda zizitopera, me encontraba yo bluseando bien machín en un tugurio mamón que me encontré en los límites de la Condesa y la Roma, a donde iré a caer de ahora en adelante, cuando tenga la suficiente hambre y paciencia para soportar lo que la perfección culinaria implica.

Parada obligatoria de motociclistas, hogar de hypsters payasones, quesque intelectuales librepensadores y artistas del farol, Pizzas del perro negro, en Parque España esquina con Salamanca, es el lugar por excelencia para escuchar blues en vivo, chuparse unos tragos y degustar unas pizzas tan estúpidamente sabrosas que hasta dan ganas de pagarlas con dinero no falsificado.

Pese a que está lleno de güeyes que se sienten muy nalga y viejas que se las dan de alternativas, con un ambiente cargado de tanta pedantería que hasta te la cobran, no hay sitio mejor para dar el rol entre semana, porque los viernes, sábados y domingos es casi imposible hacerlo por la gran cantidad de pretenciosos que salen de sus propios egos para convivir con el resto de los simples mortales que gustamos de la pasta con harto queso.

¡Salud!

1 comentario:

Emmalu dijo...

Buenìsima reseña! No hay mejor manera de describir este lugar!
Saludos!