martes, 24 de abril de 2012

Sobreviví al Popo

Curva cerrada, las llantas rechinan en la oscuridad del bosque durante la madrugada, mientras el cielo se pinta de un resplandor carmesí provocado por el fuego que escupe el horizonte. ¡Ay güey! “Ya valió madre cabrón, nos vamos a morir, va a explotar esta chingadera”, le digo a mi copiloto mientras en la carretera dejo en claro que he visto Rápido y furioso 3: reto Tokio unas 17 veces.

“Vamos a regresarnos ya, esto está ñero. ¡Ya me dio miedo!”, responde él mientras alista el lente de su cámara fotográfica con las manos temblorosas y un gesto en su cara que denota que está usando los pelos de la cola como velcro para permanecer en su asiento y no huir corriendo antes de ver recreada una escena de la película El pico de Dante frente a sus ojos.

Con el amanecer asomándose detrás de la cordillera, emerge ante nosotros la sombra del coloso, monumental, furioso, estoico, masculino, a juzgar por el eructo continuo que sale de su garganta, acompañado de la fumarola más grande que cualquier mariguano pudiera remotamente imaginar en sus sueños más watosos.

Los elementos de Protección Civil mexiquense y agentes de la Policía Estatal ahora sí nos impidieron en paso, pues cualquier movimiento en falso podría ocasionar que nuestros ya de por sí zurrados calzones por la emoción quedaran manchados con lava incandescente, misma que no es eyaculada más allá de unos cuantos metros por el tal Don Goyo, que nuevamente demuestra que es muy puto como para sepultarnos con su furia.  

¡Uts!



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