martes, 6 de diciembre de 2011

Clasismo al revés

Entre proletarios y asalariados de mierda, este país parece estar orgulloso de pertenecer a las clases bajas, de no ser del grupo de aquellos con privilegios o que ostentan el poder, bajo la creencia milenaria de que ser rico es malo, sólo por el hecho de que tener más que los demás es inmoral en un país de jodidos, aunque sea algo que todos buscamos.

Hace unos meses, cuando Azalia Ojeda, ex Big Brother y ex elemento de la ASE, insultó a un pobre tira de Polanco, todos se ofendieron por el uso despectivo del término “asalariado”, autoasumiéndose como uno de ellos, aunque no lo fueran. Lo mismo pasó semanas atrás, cuando un junior a bordo de un Lamborghini Gallardo de pocamadre baleó un antro porque no lo dejaron entrar, provocando que lo crucificaran no por su acto, sino por el hecho de tener dinero para comprarse un auto así. Igual con los tenis de 11 mil varos del hijo de Andrés Manuel López Obrador.

Ahora bien, en el caso de Paulina Peña ocurrió lo mismo: se ofendieron más por el uso de la palabra “prole” que por “pendejos”, empleadas por igual cuando la joven trató de defender a su padre, Enrique Peña Nieto, de las burlas generadas por el tropiezo que tuvo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde dejó en claro que no lee ni el reverso de las cajas de cereal.



¿Así cómo quieren?

Con mochila al hombro, actitud relajada y la reglamentaria camisa de los Pumas para evidenciar a qué escuela pertenecen, tres jóvenes estudiantes universitarios se presentaron en la sede nacional del PRI a entregar un paquete de libros y una carta, en la que se le solicita a Enrique Peña Nieto, aspirante a la Presidencia de la República, no ser tan güey y ponerse a leer.

Acto representativo y un poco ridículo fue el que llevaron a cabo René González, Marco Masías y Fernando Corzo, para echarle todavía más en cara el cagón que tuvo el fin de semana pasado en la Feria del Libro de Guadalajara, cuando no supo responder cuáles son los tres libros que más lo han influenciado en su vida, cosa de la que nos hemos cagado de risa hasta el hartazgo.

Sin embargo, el golpe hubiera sido más efectivo si uno de los textos que le mandaron leer no fuera la basura apestosa de Muertos incómodos, escrita por Paco Ignacio Taibo II y el Subcomandante Marcos, el cual cuenta la historia de un crimen por resolver en Chiapas (¿dónde más?) y cuyo protagonista es un indígena caricaturesco con aspiraciones al Sherlok de Arthur Conan Doyle.

El otro título correspondía a una novela del periodista y escritor mexicano Luis Spota, fundador del Consejo Mundial de Boxeo, de quien sólo tengo buenas cosas que decir... por eso no diré nada.

¡Chá!


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