viernes, 3 de junio de 2011

Fiestas clandestinas

Chiles picosos, adolescentes calientes, hielos fríos, agua mojada, policía corrupto, americanista naco, veracruzanos léperos. Así de bobo y reiterativo es el término “fiestas clandestinas”, con el que las autoridades capitalinas intentan culpar a la ciudadanía del avance de lo-que-se-llama “delincuencia organizada” en la ciudad.

Como si para comprar dos camiones de chelas y seis kilos de heroína, contratar un taquero y 63 prostitutas, además de a la Banda el Recodo y meter todo eso a mi casa para armar una bacanal necesitara yo del permiso de la delegación y una carta firmada por la mamá de Marcelo Ebrard… ¡No!, son fiestas, se arman en una casa o departamento, ¡no le importan a nadie!

Que si en ellas se vende droga ¿quién permite que circule libremente en las calles del DF?; que si se prolongan hasta altas horas de la madrugada ¿quién cerró los bares a las dos de la mañana?; que si ofrecen alcohol a menores ¿y sus papás dónde están?

Así de incongruente es este gobierno, que por un lado aplaude las uniones entre homosexuales y por el otro les cierra el Metro, que mientras se promociona como la capital mundial de la diversión, con sus conciertos y espectáculos gratuitos, decreta toques de queda.

Por lo pronto, nos vemos mañana en casa de Sabo, para ponernos una pedota.

¡Salud!

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