lunes, 27 de junio de 2011

¡Ay perras!

¿De dónde sale tanto gay si entre ellos no se pueden reproducir?, ¿cómo es que hay para llenar todo Reforma si por ahí no cuaja?, ¿pues cuánta gente vive en la Zona Rosa?, y lo más importante: ¿no que el Necaxa había descendido a Primera A?

Al contrario de las cucarachas, la comunidad lésbico-gay en la ciudad sale a la superficie cuando le echan la luz encima. Así sucede cada año al celebrarse la marcha en la que demuestran su orgullo desfilando por Reforma, vialidad que se transforma de aquella que construyó el Emperador Maximiliano a una sucursal en movimiento del Cabaretito.

En un parpadeo, emerge de las coladeras toda clase de seres que en la cotidianeidad no existen. Tantos, que faltan páginas en los periódicos y tiempo en los medios electrónicos para describir cada una de sus peculiaridades. Como por ejemplo el Loreno Herrero con chichis y nalgas postizas que encabezó el contingente, de quien no creo que entre semana trabaje como gerente en una sucursal de Banrural.

Por otro lado y al iniciar la mañana, todo parecía indicar que la jornada transcurriría con normalidad; los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas comenzaban a salir de sus tiendas instaladas en el Zócalo a las 11 de la mañana, después de haber dormido durante 16 horas seguidas, para sacar sus sillas y aplastarse ahí con sus nalgotas hinchadas de no hacer nada.

Los puestos de garnachas, de pendejaditas indígenas para los turistas, de paletas y aguas frescas, así como aquellos que disque dan información sobre el movimiento obrero, estaban en funciones y con esa misma inutilidad e impunidad con la que han operado desde el 3 de marzo, cuando el Gobierno del DF les rentó la plaza pública más importante del país para que hicieran su desmadrito.

Pues estaban todos bien contentos, cuando repentinamente oyeron a lo lejos que se aproximaba la música de la lambada en versión remix. “Un camión en reversa”, dijeron ellos, pero nel. Se trataba de la Marcha Gay que se dejaba venir (literalmente) sobre ellos.

Más putos que los otros putos, se apostaron afuera de su campamento, como para intentar encapsular la movilización en un solo sitio, pero los de rosa no serán machos pero eran un chingo y sin decir agua va, tomaron el Zócalo para desprivatizarlo a base de amor, besos, globitos y serpentinas.

Juro por mi madre que no es homofobia ni crítica con mala onda, pero al regresar a mi casa por la tarde después de realizar la cobertura de la 33 edición de la Marcha Gay, tuve que ver de corrido las cuatro películas de Duro de Matar y desarmar un motor con mis propias manos para reafirmar mi hombría.

¡Auch!

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