viernes, 3 de septiembre de 2010

Botana de hombres

10 pesos de cacahuates españoles en un cochecito de al lado del Museo de Antropología. Ahí voy yo caminando por Chapultepec, chomp chomp chomp, voy masticando, chomp chomp chomp, bien padre todo. Pero entonces, en uno de esos bocados de a puño se me cierran los ojos, lagrimean y se ponen rojos, se me tuerce la boca, los mocos se desintegran y la nariz se despeja, aprieto el culo, pierdo el equilibrio y la garganta se cierra en medio de un picor como de licuado de mamey con chile habanero.

Un diente de ajo frito se le fue al güey del carrito entre mi botana y yo como soy muy macho lo mastiqué y me lo tragué. 10 metros después y tras tirar 25 mililitros de lágrimas de irritación óculo-nasal, recuperé la vertical para auscultar detenidamente mis cacahuates y descubrir que el tipo que me los vendió también me lanzó un reto: “trágatelos si eres hombre”.

Entre las cascaritas rojas que se deshacen al tacto había por lo menos otros tres dientes ajo completos, fritos, crujientes, casi eróticos, implorando que los deglutiera para demostrar mi hombría y así lo hice. En el segundo, un nuevo golpe de testosterona me perforó los pulmones. Al tercero sentí como si un Volkswagen atropellara mis intestinos y ya para el último, me lo saboreé como si se tratara de esos chilaquiles que tanto me gustan los sábados por la mañana.

¿Quiovo?

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