martes, 7 de septiembre de 2010

Ángel Caído

A Germán Dehesa yo lo vi por primera vez en una transmisión de Juegos Olímpicos por Televisa pendejeando sutil y elegantemente a Rebeca de Alba y desde ahí me cayó bien el viejo.

Ya después me obligaban a leerlo en la escuela y poco a poco le empecé a agarrar el gusto a su columna diaria, la cual era muy entretenida casi siempre y ahora que me toca a mí hacer este pobre intento de lograr lo mismo, me doy cuenta de lo grande que era ese señor.

A diferencia de otros escritores que se han ido de este mundo en fechas recientes, a Don Germán no le colgaron banderas políticas o lo vincularon con una corriente partidista o filiación ideológica en específico, sino al contrario, en su ataúd sólo pudo apreciarse una camiseta dorada de los Pumas de la Universidad, el equipo de sus amores y la pasión, a parte de las letras, a la que le entregó la vida.

Sin gente que se rasgue el pellejo y se dé de latigazos por su partida, Germán Dehesa es reconocido primero por la calidad de su pluma y lo que plasmó con ella, antes de cualquier postura que haya adoptado en vida, y qué bueno.

Ahora la única duda que me queda es saber si Arturo Montiel, con todo y su cara de rata de tianguis, ya podrá dormir tranquilo sin nadie que lo esté fregando todos los días. Espero que no.

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