miércoles, 16 de septiembre de 2009

El ejército buuuuu

En las películas, cuando el ejército toma las calles de una ciudad, es señal de que ahí vienen los madrazos, de que el mundo ya chingó a su madre y de que Godzilla nos va a comer… ¡chin!

Sin embargo, en la realidad, por lo menos en la de nuestro país, no se entendería la vida sin la presencia de los soldados. Yo el otro día me bajé de la combi y lo primero que vi fue una pistola… y se me hizo agua la cola… ¡no!... digo, la de un militar que traía acá su metralleta, camuflajeado, con su casco y todo el pedo, en medio del paradero del metro Taxqueña y como si nada.

Hace rato, en el desfile militar observé (porque soy un gran observador… de nalgas) que la banda admira gacho a los soldados, somos fans from hell de los uniformados, nos chiflan los desfiles, los toques de diana (snif), las fuscas y el camuflaje.

Pero oh patria mía… esas son mamadas porque el ejército en México es una mamada ¿o qué guerra hemos ganado? Los franceses nos atoraron; los gringos nos la dejaron ir; los españoles nos conquistaron; los narcos nos están violando; Además de que en la revolución, una bola de revoltosos se chentó al ejército confederado.

¡O sea, goooooei! ¿De dónde sacan el orgullo? Nomás de levantar escombros en los temblores y manejar lanchas en las inundaciones, porque fuera de eso, que es una labor muy honrosa, nomás no.

La gente los saluda, se toman fotos con ellos, les grita hurras, les aplaude, los admira, dejando atrás el recuerdo de cuando masacraron a unos güeyes en Tlatelolco hace 40 años durante un mítin; cuando abarataron unos chavitos en el casco de Santo Tomás en el ’71; de las constantes presuntas violaciones a derechos humanos; de cuando sodomizaron a una ruquita en Veracruz (esa todavía no me la creo), entre muchas otras gandalleces que, dicho sea de paso, son culpa de una bola de estúpidos que hemos elegido como presidentes de la República.

Ahora bien, mejor así que como en Honduras, Venezuela o Chile, donde a un general se le funde el pex y derroca al presidente.

¿Que no?

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