martes, 24 de marzo de 2009

Remiembranzas

Ahí tienen que venía un güey cazando patos y... ñeeee… ¿qué dijeron? ¡pss nel! …no lo pienso contar.

Corría el año 2000 (oficialmente el año del caldo), yo cursaba el primero o segundo semestre en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Sur de la UNAM por los rumbos del Ajusco. Enrique el “ojitos” Meza dirigía a la selección, Vicente Fox era nuestro “Presidente del Cambio” y la expresión ‘clavarse un puñal’ sí significaba suicidarse.

Por esos ayeres y como corresponde a mi personalidad farolona, era de los pocos estudiantes que cargaban celular. Ya habían pasado la épocas donde los teléfonos eran una chingaderota como de dos kilos; los nuevos, cabían perfectamente (sabiéndolo acomodar) en el bolsillo, tenían lucecitas y algunos hasta juegos, además de que, gracias al nuevo sistema de prepago, eran más accesibles.

Aún así, en mi salón (como de 50 cabrones) habíamos como dos o tres, máximo, que cargábamos un aparato de esos. Yo, al chile, por mamón porque nadie me hablaba, ni mis papás, pero era chido porque cada vez que sonaba, la clase se paralizaba, todo el mundo volteaba murmurando y al fondo se escuchaba el grito de “ay pinche diputado”.

A veces nos marcábamos entre nosotros por debajo de la mesa para interrumpir un examen o una exposición y echar desmadre. “Saquen al diputado”, “dile a tu jefa que no estoy”, “que dónde están las tortillas cabrón” y el siempre efectivo “chingas a tu puta madre güey”, que nada tenía que ver pero siempre se escuchaba… misterios de la vida.

El mío era un Nokia 918 de color azul, y era padre porque todos eran negros, medía como 20 centímetros, pesaba como medio kilo, nomás servía para llamar, o en mi caso, recibir llamadas porque nunca tenía “saldo”, a cada rato se le iba la señal y cuando sonaba tenía una tonada muy parecida a ‘la gange’ de ZZ-Top.

En ese entonces estaban de moda los pantalones con bolsillos a los costados, entonces cuando lo metía ahí le salía la antenita… porque hasta eso ¡tenían antenita! la cual se rompía a cada rato y tanto el equipo como tu número valía pa’ pura madre porque no eran de chip.

Hoy ya cualquier pendejo trae uno con cámara, radio, emepetres, internet, gepeese y rayaquesos integrado, pero quedará el registro de aquellos que fuimos pioneros en la farolez del teléfono celular.

No hay comentarios.: