martes, 30 de septiembre de 2008

Chingó a su madre... otra vez


Es una lástima que haya terminado todo, porque era bien divertido estar ahí. El periódico estaba bien bonito, el ambiente era pocamadre y tenía muchos amigos.


Así de madrazo se fue a la chingada. Quizá el proyecto más ambicioso e innovador del periodismo en México se está yendo a la basura, y hay algunos que somos los primeros en caer por la borda de este barco que se está hundiendo en un mar de popochas (¡güey! Tenía un chingo de ganas de decir esa palabra).

Ojalá y no, lo deseo de todo corazón aunque ya no esté ahí, porque aparte de ser por algún tiempo su reportero policiaco me gustaba mucho leerlo.

Hoy que estoy lejos de la redacción que me vio nacer como la máxima estrella del periodismo chairo (¡güey si existe el gonzo! ¿por qué no el chairo?), no me queda más que agradecer por muchas cosas.

En primera está el nutrido vocabulario que adquirí para llamar a la gente, porque ya no digo nombres, ahora a todo el mundo le hablo de “Máster” (ese era del Gus), “Jefe” (Adrián Castillo), “Patrón” (de mi patroncito el Ramón), “Canijo” (Luis Salazar) y “mi chingón”… bueno, esa no sé a quién se la escuché pero está ganadora también.

Ah y de las expresiones que me llevaré a la tumba será la de "¡péeeerate íralo", que para todo aplicaba el Ramón y de tanto que la escuché ya se me quedó.

Por otro lado está el lenguaje policiaco; ya me refiero a las morras por X-2, o pregunto dónde está el Z-1 o el Z-2, o a quién se catorcearon ¡se catorcearon!... o sea ¡güey! Cuando llegué a una balacera y me dijeron que el Z-2 se había catorceado ¡no mames! Yo dije “puta, que mañana cabeceen la pinche nota así”.


En fin, chingó a su madre todo, chido por los amigos que hice, chido por la gente que me ayudó y me enseñó. Yo en señal de luto dejaré un rato el link a la página del periódico, pero por salud mental tendré que quitarla pronto. Así que, descanse en paz El Centro.

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