martes, 22 de mayo de 2007

Decadencia

Se oye la música desde una cuadra antes, tamborazos estridentes, sin ritmo, a lo güey, músca para mariguanos... así lo definiría alguien de más de 50 años. Pero a los "chavos" les gusta.

Al abrir la puerta se siente el embate... o mejor dicho, el madrazo de la densidad del humo en el aire encerrado en aquel tugurio inocentemente llamdo casa por el dueño, quien a su vez está dos rayitas arriba del nivel que se calificaría como "pedo".

Adentro, en un lugar en el que dificilmente pueden vivir cuatro personas, hay embriagándose como 30, todos en grupitos identificados por el vestuario, jóvenes que como no lograron desarrollar una personalidad propia, se apegaron al estereotipo; darketos, punketos, hippies, emos, etc.

Circula el chupe como aguas negras del canal de la compañía en temporada de lluvias. Chelas a lo bruto, "lánzate por otro cartón" se atreve a decir uno por allá, otros rolan un garrafón de jugo presúntamente adulterado con cantidades mortales de wodka... del corriente por supuesto. ¿Botanas? no... ¿para qué? Para qué comer si se puede chupar, si se puede fumar.

La mayoría de las conversaciones inician con la frase "en un capítulo de los simpson...", o "yo una vez me tomé", o "esa vieja", y ya las muy intelectuales: "¿tú quién cres que gane güey?..."

Mujeres las hay, pocas pero hay. Ellas aprovechan el hecho de ser lo más parecido y cercano al cencepto de "sexo opuesto", porque la neta están feas, nadie en sus cinco sentidos y con plena conciencia jamás las cortejaría. Así que son las reinas de la noche, muestra evidente de que la miseria tiene rostro de mujer alcolizada.

Se sabe cuando se ha llegado a la podredumbre total cuando aparece el vómito, un ser humano normal lo haría en el excusado, o en el fregadero, el más educado se saldría para hacerlo léjos de el conciente colectivo, pero cuando vuela por los aires cortando el humo de cigarro para finalmente caer en la alfombra, es momento de calificar la escena de decadente.

Pasan las horas y los que no se han ido han caido víctimas de su propia estupidez en el manejo de sustancia peligrosas altamente nocivas para la salud física y mental. Los que no están en el suelo empiezan en ritual de apareamiento sin hembra; en la naturaleza el macho muestra sus dotes ante los demás para ganar la bendición de la reproducción, aquí una bola de babosos se presume a sí mismos el aguante ante el alcohol y otras cosas, sin hembra de por medio, sin nadie a quien impresionar, sólo ocultando su propia mediocridad.

Es la decadencia, cuando se vive sólo para dar lástima, inmerso en una realidad inexistente, en la que se disfraza lo negativo con algo más horrible aún.

Un fenómeno que se repite todos los días al rededor del mundo, sin que lo otros se enteren de que en algún lugar en el globo alguién más aguanta chupando más que ellos. Una imágen que le levantaría la autoestima hasta al más pinche deprimido.

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