martes, 15 de diciembre de 2015

La hora na...

Nunca ese vestigio del antiguo régimen priista había molestado tanto a tanta gente como el domingo pasado. ‘La Hora Nacional’, el programa radiofónico que por decreto debe pasar en todas las estaciones los domingos a partir de las diez de la noche, que fue diseñado en el siglo pasado para replicar el discurso del partido en el poder y que funcionaba cuando no existía otra cosa que hacer más que oír el radio o temerle al ejército, interfirió esta vez con un interés más grande que cualquier fin político o mensaje social: la final del futbol mexicano.

Automáticamente uno le apagaba al iniciar la transmisión, de ahí el sobrenombre de ‘La hora na…’. A través de su historia cansó el contenido adoctrinante y con los años tuvo que cambiar su formato y sólo lo hizo peor. Ni echando mano de voces identificadas con la banda en estaciones como Radioactivo y Reactor lograron que alguien mostrara un mínimo de interés por lo que en los micrófonos del IMER se dijera y con lo ocurrido el domingo pasado se plantea la urgencia de eliminar esa fuga de capital federal.

Mientras en el Estadio Olímpico Universitario se desarrollaba uno de los partidos más emocionantes en la historia de las finales, con unos Pumas levantándose de un marcador de 3 a 0 y los Tigres acorralados salvándose de milagro para acabar en una ronda de penales cardiacos, en todos los cuadrantes hubo una deliciosa receta de gallina en nogada veracruzana, conversaciones apasionantes sobre el cultivo de flor nochebuena, enfermedades respiratorias y un fotógrafo que habla por un medio en el que no se puede apreciar su trabajo.

Yo, como miles de automovilistas más, queríamos agarrar a putazos a la pobre de la Reclu, que qué culpa tiene ella, por la impotencia de no poder escuchar la narración en vivo del encuentro que se fue a tiempos extras y la posterior definición desde el manchón, sólo porque el alargue tuvo la mala fortuna de quedar entre las diez y las once de la noche. Aceleré y aceleré para llegar a mi casa y poder ver algo, aunque sea el festejo, mientras checaba en Twitter el avance del juego con el peligro de atropellar a alguien o matarme yo mismo, lo cual es una irresponsabilidad de parte de un gobierno imbécil y totalitario.

¡Chá!


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