jueves, 10 de diciembre de 2015

El merol ni es tan merol

Rodeados de metaleros de lacias melenas sedosas, que ya las quisiera una modelo rusa para un comercial de champú, mi valedor el Panchito y yo llegamos muy nalgas al Centro Dinámico Pegaso el sábado pasado a hacerle a la mamada en un festival de rock satánico en mi troca levantaperras. En medio de ese baldío por el que un hijodesupinchemadre cobraba de a cien varos el estacionamiento, de huevos bajé las ventanas para que todos esos camisasnegrasconcalaverasestampadas escucharan mi poderoso estéreo sonando al ritmo de ‘Querida’ de Juan Gabriel.

Yo esperaba encender los ánimos como policía federal fotografiando niños afuera de una primaria en Tláhuac, que nos bajaran a putazos, voltearan el vehículo y le prendieran fuego para rostizarnos en las flamas y luego ofrecer nuestras tripas a Satanás o Eddie, el mono que sale en los discos de Iron Maiden… pero nel, nomás unos como que se voltearon sacados de onda, lo tomaron a broma y siguieron su camino, mientras uno que otro hizo la señal de cuernitos en la mano, porque de seguro son juangabrieleros de clóset.

A pesar de sus pulseras con picos, playeras con estampado de calacas y caras de melapelas, los metaleros son los más ñoños de todos los públicos. Hace un par de años, cuando vino Justin Bieber, las chavitas que lo estaban esperando afuera de su hotel en Polanco madrearon a unos granaderos en su intento de pasar a verlo; los ñeros del Vive Latino son como anarquistas de las marchas del dos de octubre y hasta los fresotas y aspirantes a fresotas del Corona Capital han dado portazo, pero los merol son como buena onda, se forman y esperan sin hacerla de pedo, sacan la lengua pero ni el eslam arman, se quedan en su lugar moviendo la piojera sintiéndose hijos del anticristo.

Lo mejor de estos güeyes es que sí van a ver el espectáculo, porque no sacan sus teléfonos para grabar lo que esté en el escenario para nunca verlo después. Tampoco cantan porque saben que para eso pagaron por ver a un güey que lo hace bien arriba de la tarima, y porque al chile esos pinches gruñidos pueden destruir gargantas no entrenadas.

¡Chá!


No hay comentarios.: