domingo, 4 de enero de 2015

¿Propósitos de Año Nuevo?

El lunes la vida comenzará más temprano. El despertador sonará por ahí de las cinco de la mañana y aunque suene una de Luis Miguel, en la mente de quien la oiga parecerá la de Rocky, porque servirá de motivación para abandonar el confort de la cama, calientita después de toda una noche de pedorrearla con la digestión del recalentado, y salir a hacer el oso tratando de cumplir el propósito que no se cumplió en los últimos 16 años y que muy probablemente dentro de dos semanas sumará un nuevo fracaso: hacer ejercicio.

Ya sea en la pista con grava de un parque público o la banda sinfín de la caminadora de un gimnasio muy acá, a los 15 minutos el pulso se acelerará hasta el límite del infarto, los pulmones colapsarán y las terminales nerviosas harán corto circuito como diablito de tianguis, en señal de que toda una vida de sedentarismo y hueva no se cura con un buen propósito de Año Nuevo, aunque haya sido un trote de apenas un kilómetro de distancia.

Lo que viene a continuación es más divertido: cuando los atrofiados músculos comienzan a relajarse se genera un escozor en la piel, que primero es como esa sensación chistosa de hormiguitas y luego de convierte en un ataque de picotazos de alacrán duranguense, después viene un dolor en las articulaciones provocado por el ácido úrico, alebrestado por el repentino movimiento intenso del puerco humano. Al día siguiente las piernas dolerán de las nalgas al tobillo y será momento de rendirse y aceptar la triste realidad de la obesidad comodina.

¡Chá!

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