miércoles, 14 de enero de 2015

No la van a armar

Un cosquilleo en el rostro me despertó a las cinco de la madrugada, varias horas antes de lo acostumbrado. Al intentar despabilarme, noté que toda la jeta estaba entumecida, al igual que mi brazo al tratar de rascarme lo que al cabo de unos minutos, cuando recuperé algo de movilidad, resultó ser un moco cristalizado sobre mi labio. Al principio creí que se me había subido el muerto, como en otras ocasiones que los tacos de composta con peyote de Doña Pozoles me caen pesados en la cena, pero al final resultó que era el frío invernal chilango y mi tendencia a destaparme las cobijas cuando sueño con morras lo que me expuso a la hipotermia.

Para mi fortuna, soy un huevón confeso e incorregible, sin la menor intención de irme de este mundo dejando un cadáver sano; lástima para aquellos que prometieron, se juraron a sí mismos y ante Dios, que iban a ponerse a hacer ejercicio para eliminar aquello que los hace ocupar dos asientos en el pesero en vez de uno, porque ellos sí tendrán que batallar, además de con la hora, con el frío en la cara al querer darle una vuelta a la pista, o el aire gélido que se cuela por el pants hacia los genitales cuando se sale hacia el gimnasio.

Las bajas temperaturas de los últimos días en la Ciudad de México sólo servirán para que el propósito de bajar de peso tampoco se cumpla este año. De todos modos no lo iban a lograr y sólo les servirá de pretexto.

¡Chá!

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