lunes, 5 de mayo de 2014

Si ya saben cómo me pongo, para qué me invitan

Desde que llegué a dejar el coche a un lote baldío señalado como estacionamiento por una cartulina fluorescente pintada con plumón dije ¡ya valió madres! Considerando que estaba yo en el centro de Ecatepec, desconfié del ruco que me dijo que ahí iba a estar mi vehículo seguro, que no había problema, lo que me hizo salir cada hora a ver si ahí seguía, aún con el riesgo de toparme un comando armado que me confundiera con uno de sus contrarios.

Una boda, una pinche boda y ahí estaba yo, vestido como monigote con ropa que ya hasta brilla por ser la única formal que tengo, sin mencionar que ya ni me queda y todo el tiempo me la pasé tratando de no flexionarme de más para no reventar las costuras en partes estratégicas de mi anatomía. No me pude negar y decir que me cagan ese tipo de eventos, porque, la verdad, me iría peor y ahorita estuviera escribiendo de cómo me madreó una morra de la mitad de mi tamaño.

Mi expresión se veía serena y por momentos hasta alegre, pero el temblor de mis ojos y lo apretado de la quijada evidenciaban que por dentro estaba gritando, con ganas de salir corriendo, mentarles su madre a todos e irme a ver cómo eliminaban al América. Pero ahí me quedé, posando para las fotos y disfrutando de mi arroz con carnitas, aunque sin salsa porque los condimentos estaban del otro lado de la mesa y me caga hablarle a desconocidos. Aguanté heroico el embate del ridículo constante, presente en cada inútil rito tradicional.

¡Uts!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chingón como siempre!!!. Para cuando la siguiente???. @ sharon_scort