miércoles, 14 de mayo de 2014

¿On toi?

Esa pinche incertidumbre de no saber si documentaste bien tu equipaje, de pensar mientras esperas abordar que tu maleta con calzones limpios llegará a alguna otra parte del mundo lejos de tus nalgas, arrepintiéndote de haber dejado ahí también cosas tan importantes como el cargador de tu teléfono celular. Horas después, se te frunce el acá cuando pasan al perrote por la banda transportadora olfateándote tu petaca en busca de droga, que afortunadamente está entre tus calcetines apestosos y hasta la nariz más educada se guacarea con lo podrido de ese queso.

Total que ya estoy en Campeche. ¿Haciendo qué? No tengo ni la más re-prostituta idea de cómo vine a parar aquí, pero el hecho es que al bajar del avión me recibió un gordito con cara de Maya transgénico que me trepó a un camionetón que, si no fuera porque traía logotipos de un periódico, pensarían que me estaban levantando los zetas. Ahora que el cabrón no me llevó a mi hotel a descansar del viaje de madrugada que tuve que hacer, porque para despegar a las nueve hay que llegar a las ocho a más tardar en el aeropuerto, lo que significa morir un poco en el tráfico, sino que me trajo directo a la redacción de los diarios El Expreso de Campeche y La Opinión de Campeche, donde luego luego me presentaron como Don Chingón, como el salvador del periodismo del sureste, el redentor de la verdad y el amo del cabeceo certero, además de señalarme a la competencia que hay que tumbar, entre los cuales no figura ni tantito el diario Campeche Hoy (ándele perros).

Entre los grandes contratiempos de estar aquí, que se cuentan por chingos, destaca el hecho de que no puedo caminar dos cuadras durante el día sin que me suden los sobacos lo suficiente como para bañar a un perro de raza pequeña. El sol es una mentada de madre, desde muy temprano ya te está queriendo matar con pequeñas dosis de melanoma en la nuca, obligándome a andar por la sombrita como señorita con su paraguas y sentenciado a caminar chistoso durante toda mi estancia, porque la parte que más se humedece e irrita es la de las ingles, provocando una mancha en mi pantalón que pareciera que ando zurrado todo el tiempo.

Estoy en un hotel en el centro que está bastante dos dos, pero a partir del domingo tendré que vérmelas por mi cuenta y vivir como los animales, cobijado por la noche y los cánticos de insectos y cuanto insecto rastrero ande por ahí, además de los cocodrilos que salen en la temporada de lluvias a ver a quién le arrancan una pata.

Era esto o darme un balazo. La gente se pregunta por qué me fui y yo también, porque me cuesta aceptar que tan harto estaba de todo que tuve que huir cientos de kilómetros para no ser señalado como aquel que no pudo enfrentar sus problemas con el mundo y consigo mismo, por lo que ahora me mantengo ocupado espantando moscos a pedos mientras duermo, para no morir de dengue o alguna de esas enfermedades que dan en parajes costeños como este.

¡Seguimos informando!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues ni pedo...a seguirle, ve el lado bueno, con tanto calor vas a bajar los kilos que subiste tirado en tu sillón ;) @sharon-scort

Anónimo dijo...

Se te extraña en la capirucha!!! Si no terminas de hallarte, regresate, imagino que hayas lugares igual de malos que el Bastard donde hagas falta! Varios congales te extrañarán! Soy tu fan!
(Por cierto, y nomás por chisme,que iniciales tiene la editora que te echo tierra?).

Anónimo dijo...

cuando hay calidad donde sea la vas a armar ..