lunes, 4 de marzo de 2013

Mi mamá Elba Esther

Mi mamá se llama Elba y es maestra. ¡Qué oso! Lo malo es que no es esa de la que todos hablan, porque ahorita no estaría aquí escribiendo estas jaladas en mi computadorcita con Windows XP que se traba a cada rato, sino en un yate navegando por las playas de Los Cabos con 20 prostitutas superbuenísimas de cada lado, mis narices llenas de cocaína y una tanga de oro, padroteando machín, no como El Niño Verde y esas payasadas, que serían mis perras fieles gracias a las influencias de la profesora Gordillo.

Por otro lado, ahorita seguramente me estaría escondiendo para que no llegara la PGR por mí, pues seguramente algo de esos millones de dólares desviados de las cuentas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación habrían sido gastados en burdeles, drogas, coches, motos y una campaña política para diputado local, que seguramente perdí por andar hasta mi madre todo el tiempo.

Estaría pocamadre ser el niño consentido de Elba Esther, pues además de las sedes del SNTE, en el DF el magisterio es propietario de tiendas, salones de fiesta y varios hoteles, ubicados en Reforma, en Santa Fe y uno más en Tacuba, que seguramente sería utilizado por mí como centro de operaciones de mi red de tráfico de blancas, cuya única justificación sería el poderme vestir como padrote, con sacos de colores como Joan Sebastian y unos abrigos hechos con pieles de animales en peligro de extinción, valiéndome chile el asqueroso calor que está haciendo en la ciudad de México.

¡Chá!

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