lunes, 26 de noviembre de 2012

Duele, duele mucho

Sin ayer por la tarde vieron a un pinche greñudo mugroso deambulando por las calles de Polanco pateando un envase de chela semivacío, vestido todo roto y con olor a rancio, no es que haya revivido el Changoleón o que iniciara el apocalipsis zombi como en la serie The walking dead, sino que perdió el América en la semifinal contra el Toluca y por eso andaba todo deprimido y cabizbajeando mis penas.

Lo peor de deprimirse porque pierde el América es precisamente eso: ¡deprimirse porque pierde el América! Es decir, cuando uno no tiene ni futuro, ni aspiraciones, inspiraciones, dinero, sueños u oportunidades de una vida mejor, deposita todo en el futbol, y cuando éste falla, todo el mundo se desmorona como galleta rancia de esas que dan en las despensas de fin de año en vez de aguinaldo en las empresas ojetas.

Por eso hay tanto aficionado al futbol en este país, porque como personas valemos madre y no tenemos con quién desquitarnos o un ideal al cual aspirar para seguir adelante. Yo, al haber perdido desde hace mucho la esperanza en la humanidad, busqué a quién madrear. ¿Pero pus’ cuál? ¡Era domingo y no había nadie en las calles!

Sin ninguna misión en la vida más que arruinar también las de los otros, me lancé hacia San Lázaro a hacer guardia para boicotear la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente de México, con la consigna de que él también le va al Toluca y deberá pagar. Pero los culeros del #YoSoy132 me ganaron. ¡Ni eso me sale bien!

¡Chá!

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