jueves, 5 de julio de 2012

Ni con Clarasol

El domingo salí muy temprano, todo entusiasmado a ejercer mi derecho a elegir al baboso(a) que me va a gobernar los próximos seis años, acompañado de Bruce, mi rottweiler asesino de seis meses de edad, para defender mi voto de cualquier intento de fraude o, peor aún, de descalificación por parte de algún necio que no quiera aceptar el resultado, sin saber que ese acto ciudadano me iba a marcar de por vida.

Y no por el hecho de haber dado la foto de mi boleta tachada por cierto candidato a cambio de sexo fácil, sino porque la pinche tinta que usaron para marcar mi dedo pulgar no se quita con nada, a pesar de que ya pasaron cinco días desde que fue usada para evitar que tratara de hacer chanchullo.

El agua y el jabón, por más que tallé, le hacen a la mancha lo mismo que los alumnos de la Ibero a Enrique Peña Nieto. El cloro nomás deja apestoso mi dedo y ni echándole thinner se quita esa madre. Los alumnos del poli que la inventaron deberían estar orgullosos de su creación, pues ni con meados de gato, que son más agresivos que la sangre del Alien, logro borrar el rastro de la democracia.

Lo siguiente será sopletearme la mano, para ver si haciendo crecer piel nueva puedo olvidar que taché el nombre de Andrés Manuel López Obrador sólo por una noche de pasión.

¡Chá!

No hay comentarios.: