martes, 12 de junio de 2012

Tribal Manterola

Tejana de terciopelo, lente oscuro, camisa a cuadros fajada en el cinto piteado, cuya hebilla es más grande que las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador de ganar la Presidencia, pantalón vaquero y unas botas con un pico de medio metro de largo que podrían picarme un ojo de una patada. Todo listo estaba para irme a ver a 3Ball Mty (se lee “Tribal Monterrey”) al Zócalo, en donde le iban a abrir el concierto a Justin Bieber.

Y ahí iba yo, tirando rostro junto a mi valedor, el Panchito Nolasco, con quien formo el dúo Chiquitete y Mameluco (yo soy el segundo), sensación de la huaracha tribal (antes cantábamos reggaetón), por las calles del Centro Histórico, entre cientos de adolescentes de gorrita morada y cuerpo en desarrollo, quienes nos veían con asombro pasar, abriéndonos paso ante el miedo de perder la virginidad accidentalmente con la punta de nuestro calzado.

Así llegamos al crepúsculo frente al escenario y al ritmo de Tu carita comenzamos con el baile, cuya coordinación merecería el oro olímpico, pues la condición física que se requiere para no matar a nadie con las botas mientras se ejecutan los pasos es tanta, que varios se han dislocado los testículos al intentarlo. Al final, triunfamos más entre las morritas que el jotolón canadiense ese.



Al despertar, una tanga color rosa con estampado de Pokemón se encontraba en la cabecera de mi cama, en donde figuraba también un relojito blanco de Hello Kitty, unas llaves con llavero de Los padrinos mágicos, además de un coqueto sostén con un Mickey Mouse bordado en una de las copas y una blusa amarilla en la que apenas y cabía uno de mis brazos, sin mencionar el par de gorras moradas tiradas en el piso, entre docenas de preservativos sin envoltura.

¡Oh no! ¿Qué hice?, exclamé bañado en sudor frío por el pánico, al recordar que la noche anterior estuve bailando tribal en el concierto gratuito de Justin Bieber en el Zócalo, entre cientos de jóvenes adolescentes a las que apantallé con mis pasos de botas picudas y gafas farolonas, incluso cuando el jotolón canadiense ese ya se encontraba cantando, luego de que el grupo 3Ball Mty prendió la noche.

Con mis maletas listas para irme a Brasil o alguno de esos paraísos que no tienen tratado de extradición con México, le hablé a mi inseparable compañero de aventuras y perra explotable, el Panchito Nolasco, con quien formo el dueto tribal Chiquitete y Mameluco (antes cantábamos regatón), para confirmar lo ocurrido y resulta que nel, que me metí unos un thinneres bien zulfurosos y me dediqué a levantar del suelo todo lo que las escuinclas aventaron, para impregnar las prendas y de ahí monear.

¡Chá!

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