martes, 8 de mayo de 2012

Yo la vi primero

Corría el año 2010. Era enero todavía y hacía frío, según puedo recordar por la erección de mis pezones en una foto mental que guardo del momento. La euforia previa al mundial comenzaba a desbordarse y yo presumía el ser de los pocos que compraron la camiseta negra de la Selección Nacional antes de que se agotara en las tiendas. En ese entonces, el hecho de ostentarme como una celebridad de la radio nocturna, sin contar con que estaba yo completamente drogado, me permitía perrear con soltura en los congales de esta ciudad, sintiéndome una versión mejorada de Pedro Weber Chatanuga.

Entonces ahí estaba yo, en algún antro pirrurris de Santa Fe al cual fui a caer por obra de esa larga colección de malas influencias a la que llamo amigos. Parada junto a la barra del bar, esperando a alguien más con la mirada impaciente, ella escaneaba por sobre las cabezas de la multitud ayudada de sus tacones de 27 centímetros con plataforma, diseñados científicamente para parar nalga y remarcar esa curvatura de su baja espalda, presumiendo con un escote similar al que volvió loco a Gabriel Quadri.

Era ella, la musa que desde el domingo por las noches ha inspirado miles de chamarras en el país: Julia Orayen, la edecán del debate, cuyo nombre desconocí por más de dos años hasta ahora que su fama se desbordó por la abertura frontal de su vestido blanco.

“Le baila”, pregunté hablándole de usté para demostrar cierto respeto. “No, me entra justo”, me mandó a la chingada. 

¡Chá!

No hay comentarios.: